El Ajedrez Chino o Xiàngqí es un juego de mesa que se adueña de las calles y plazas de Beijing y Shanghái. Deriva del Chaturanga, antiguo juego indio que antecede al ajedrez.
China se convirtió en los últimos años en uno de los países más temibles en las Olimpíadas de Ajedrez, en la que participan jugadores de más de 150 nacionalidades. Sus equipos nacionales ganaron las últimas tres femeninas y obtuvieron podio en las últimas tres absolutas. Asimismo, en el ranking absoluto de la Federación Internacional de Ajedrez encontramos a tres jugadores chinos, dentro de los veinte mejores. Sumado a que, las líderes del ranking femenino son Hou Yifan y Ju Wenjun, ambas de esa nacionalidad.
Sin embargo, el juego de mesa más popular no es el “ajedrez internacional”, sino más bien el “Ajedrez Chino” (象棋/Xiàngqí). En las plazas centrales de Beijing y Shanghái, jóvenes y adultos se concentran a practicar este juego que deriva del Chaturanga, antiguo juego indio que antecede al ajedrez.
Los jugadores pueden pasar toda una tarde concentrados sobre un tablero con 10 líneas horizontales y 9 verticales. Donde se producirá la batalla para ver quién cruza el río (línea que divide el tablero en dos), para luego encerrar al general o rey enemigo, tal como sucede en el ajedrez internacional. Incluso, en algunos casos, utilizan el conocido reloj digital para que la partida termine en un determinado periodo de tiempo.
Las piezas son negras y rojas y se dividen en: general, oficiales, elefantes, carro de guerra, cañón y los soldados. El primero que mueve es el jugador con las piezas rojas y al igual que en el ajedrez internacional, el juego termina cuando un jugador captura el general contrario.
Durante la contienda, se produce una comunión entre la paciencia, el silencio, la expresividad y la exaltación de los participantes y el público. Debido a que, alrededor de la misma se ubican futuros contendientes y curiosos que cada tanto opinan sobre las mejores alternativas y sobre lo que debió haber movido cada uno de los jugadores.
Durante la contienda, se produce una comunión entre la paciencia, el silencio, la expresividad y la exaltación de los participantes y el público. Debido a que, alrededor de la misma se ubican futuros contendientes y curiosos que cada tanto opinan sobre las mejores alternativas y sobre lo que debió haber movido cada uno de los jugadores.
Al fin y al cabo, éstas ciudades, la cultura china y su gente de a pie, tienen un poco de todo eso. El ruido, la masividad de sus calles y sus rascacielos se funden con la armonía y el conocimiento de una civilización milenaria de la que queda mucho por aprender.