La Kombucha es una bebida china milenaria, elaborada a base de la fermentación del té. El jueves pasado ingresó al Código Alimentario Argentino tras varios años de lucha de los pequeños productores contra el lobby de las gaseosas y las cervezas industriales.
Pedro Bargero y su socio Lucio Zibecchi decidieron hacer kombucha, esa bebida china ancestral a base de la fermentación de té y azúcar (gracias a la acción del SCOBY -un cultivo simbiótico de bacterias y levaduras-), que es furor en todo el mundo por ser un alimento vivo con grandes beneficios nutricionales.
Diseñaron tres sabores: café y algarroba, yerba mate y cedrón, jengibre e hibiscus; crearon una marca -Aloja Compañía de Fermentos- envasaron unos 50 litros en latas (es el mejor envase para mantener la fermentación, además de sustentable) y la regalaron a los amigos y conocidos. Lejos del típico dulzor de las gaseosas industriales, éstas tienen equilibradas notas de la kombucha -ácidas, dulces suaves y amargas y cruzadas por un dejo vinagros.
Se asociaron con Agustín Benito, productor de vegetales frescos para gastronomía con su marca Sueño Verde y encararon una producción mayor, garantizada por la distribución en camiones refrigerados, un tema fundamental a la hora de hablar de kombucha, porque al ser un alimento vivo (sin pasteurizar) necesita del frío para que el proceso de fermentación continúe controlado al mismo tiempo que viaja a todo el país. Hoy producen 4000 litros al mes.